Una falda azul; azul celeste, que ondea con el viento.Tiene algo así como pétalos de alguna flor roja. Chiquitos, sutiles como dientes de león coloreados que alguien haya ya soplado pidiendo tres deseos.
La rueda de bicicleta que lleva en la mano se balancea al vaivén del taconeo de sus zapatos planos. Cruza la calle, atravesando el paso de cebra con la naturalidad de quien ha hecho algo cientos de veces antes y puede seguir la memoria de su cuerpo mientras deja que la cabeza se distraiga plácidamente en alguna otra parte; lejos.
La veo desde el bar que está justo en la esquina. La veo. La miro. La vista al frente, una media sonrisa, los ojos brillantes. Se me enfría el café con leche viéndola alejarse; casi que me caigo de la silla, inclinándome para no perderla de vista mientras trato de divisar las ondas de la falda entre los troncos de los árboles que cortan la acera.

No es especialmente linda, ni llamativamente esbelta, o elegante. Sabe llevar algo tan inútil y desvalido como la rueda de una bicicleta desprendida del armazón que le da sentido y hacerlo parecer tan natural como una margarita creciendo en la sierra.
Receta relacionada:
http://recetariodeanaqueles.blogspot.com/2011/06/eterea.html
Receta relacionada:
http://recetariodeanaqueles.blogspot.com/2011/06/eterea.html
1 comentario:
Pero esto cuándo lo has escrito? pzzzzzzzzzzzzz
No sé por qué la niña me suena a "vos", tú no hubieras dejado nunca dejar enfriar un café ;)
Lindo, muy lindo.
Me encanta cuando se te ve y se te oye.
Publicar un comentario