Una gota, dos gotas, tres gotas...
Toda la cuadra se llena del
viento en los toldos, de las hojas de los árboles que rozan unas con otras como
vestidos de organza en salones de baile, de aire frío que se mueve, liberado
del verano; Se vacía del canto de los pájaros y las voces de los niños. Se arma
un ovillo de sonido que se mueve y se remueve por todos los portales. Se
estira, se arruga, se contrae, se eriza, se deshilacha. Sonido de tarde de
domingo de lluvia que entra redondo, redondo por la ventana y se junta con
Aretha Franklin.
Y pierdo la cuenta de las gotas, de los besos, de las
palabras que lees y que leo, de los sorbos de vino, de los dedos y de todo.
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